Poesía, minuto y comunicación (4)
Hay un poema de Pierre Louys quien inventó a Bilitis, la supuesta rival de Safo. Su libro se llama Las canciones de Bilitis y en él, el poeta habla por medio de ella. Quiero citar una estancia del libro mencionado que aplica la técnica del "uno, dos, tres":
"El primero era tan poderoso que me obsequió una ciudad con sus terrazas y con sus esclavos. El segundo era tan bello que su propia madre se sonrojaba cuando lo besaba. El tercero era poeta y creó para mí metáforas imposibles. Pero a ti, que no eres poeta, ni eres bello, ni eres poderoso, a ti te amo".
¿Ven ustedes los tres pasos y el regreso, la vuelta de escorpión?
Con esto quiero indicar que en todas partes está la lección de la comunicación breve. ¿Por qué? Porque la comunicación fue la energía que nos volvió especie.
En La humanización del mono por el trabajo, Engels, poeta al fin más que filósofo, señala que en un momento de la evolución, nuestros ancestros y nuestras ancestras tuvieron la necesidad de decirse algo. Y ese decirse no era para imponer sino para compartir, para sobrevivir solidariamente. Y "este compartir" llevado a la educación actual, no necesita de muchísimas páginas sino de ejercicios mínimos y constantes pues, de la impresión que la vida graba en cada persona, saltará con naturalidad la expresión comunicativa.
De allí que insista en el trabajo escolar con la técnica del cineminuto, o sea, historias completas contadas, cada una, en sesenta segundos. Útil será llevar una bitácora o un blog electrónico, con anotaciones libres o con un párrafo que resuma lo característico del día sin perder de vista el valor precioso del minuto (equivalente a una cuartilla), lo cual facilitará además el trabajo de corrección cuyo principal fin es la reorientación en el cultivo de las destrezas de la escritura con palabras e imágenes. Por eso, insustituible será siempre la guía del profesor o de la profesora.
Pienso en la producción audiovisual, por ejemplo. Si cada estudiante va a realizar un trabajo de treinta minutos, si son diez estudiantes, caramba, son trescientos minutos… Puede llegar a tres mil, o más, y "- ¿en qué momento yo reviso eso?" En qué momento reoriento, porque después de todo se trata de una escritura, una escritura tanto o más complicada que la escritura con palabras. Porque la escritura con palabras, en el caso de los mensajes breves, es aritmética. O sea, a un sustantivo yo le sumo el adjetivo, y digo "niño triste", sustantivo y adjetivo, pero a ese niño yo le puedo añadir profundidad de campo, en el caso de las imágenes, así, si le pongo en el fondo tarros con basura, ese niño será mucho más triste que si le pongo rosas. Entonces, para mí, la imagen se vuelve algebraica: no es 2+2=4 como en la aritmética que es sustantivo más adjetivo, sino que es A+B=AB y AB puede ser todo o nada o menos cuatro. En fin, pedagogía de la comunicación con la poesía de las palabras y las imágenes.
Por eso predico a favor de los ejercicios constantes de una cuartilla o de un minuto, para que el profesor o la profesora tengan tiempo para apreciar cada giro o cada instante de esos ejercicios y, al detectar lo corregible, puedan reorientar cada práctica escolar hacia la rima entre soluciones técnicas e idea central y contexto, o, entre ideología y estilo.
A propósito, decía Kipling, al final de su poema: "If": "Si eres capaz de llenar el minuto con el valor exacto de sus sesenta segundos, tuya será la Tierra y tuyos serán sus frutos, ¡hija mía!, ¡hijo mío!".
Gracias",
Ciudad Universitaria, UCR, 10 de diciembre, 2008
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