Poesía, minuto y comunicación (2)

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La Escuela debe atender el afinamiento del oficio cuyos elementos constitutivos son los materiales, las herramientas y las técnicas. Hay materiales: el carpintero tiene la madera; hay instrumentos: el carpintero tiene el martillo; hay técnicas: el carpintero sabe cómo clavar y formar la mesa. Los materiales de nuestro oficio están constituidos por la realidad exterior e íntima. Las herramientas son las palabras y las imágenes. En la Biblia se habla de imagen y semejanza. Y las técnicas nos remiten a la manera de estructurar, en mensajes, esas palabras y esas imágenes alrededor de una idea central.

Pertenecemos a la estirpe de Adán. Pero, ¿cuál era el oficio de Adán? Lo que Adán hace es bautizar, pero ¿qué bautiza? Bautiza las diferencias. Y esto es fundamental cuando se construye el poema, cuando se construye el mensaje porque buscamos utilizar la única palabra y la única imagen que sean matemáticamente posibles en un momento dado.

El otro día, (he citado esto algunas veces porque me parece especialmente curioso y eufónico, y lo cito con respeto porque es un proceso humano digno de estudio) pasaba por acá y escuché que alguien le decía a otro joven: "-¡qué mae más mae ese mae, mae!". Yo casi contesto: "- tuanis, mae". (Pero no se referían a mí).

Por supuesto, en el idioma hay pisos, a manera de un edificio. Cada piso abre pequeños pisitos. Está el "profesional", en este caso, el nuestro; el "coloquial", ilustrado por el popular "mae"; el "universal", porque en castellano decimos "ternura" aquí, igual que en México o en España, etc. "Llegué soplado" es una metáfora coloquial tica, pero "llegué rápidamente", es un giro universal. La pedagogía de la comunicación debe modular los diferentes pisos del idioma. No tengo nada contra el "mae" (es un poema coloquial de matices)… pero un comunicador o una comunicadora no se puede quedar en ese piso coloquial, y no por una cuestión académica, sino por una cuestión política, porque el poder se ejerce por medio de las palabras y las imágenes procedentes de todos y cada uno de los pisos del idioma y de la iconografía.

También el proceso de la educación debe tomar en cuenta las palabras con las cuales expresamos los conceptos. Palabras compartidas entre estudiantes y profesores y profesoras. En el programa de cada asignatura, será útil insertar un colofón donde el profesor o la profesora manifieste: "Yo me propongo, como un objetivo meta, que mis estudiantes capitalicen diez, veinte, treinta palabras, etc. a lo largo del semestre". Creo que esto ayudaría a constituir una buena bolsa de valores léxicos, semánticos, que, a la larga, son los mecanismos que Dios, o la naturaleza, o la comunidad nos han proporcionado para captar el mundo y sus diferencias. Así es nuestra especie. Este debe ser un punto de reflexión mientras preparamos el programa y luego cuando lo desarrollemos.

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