Comunicación y compromiso
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Sergio Román Armendáriz | 5 de mayo de 1985
Periódico La Nación, San José, Costa Rica, A.C.
El comunicador es libre de lanzar la primera piedra del juego, de establecer la primera regla; después, debe esclavizarse al fluir de sus personajes o de sus conceptos.
Esto en cuanto al arranque que lo llevará a armar el producto de comunicación (largo o cortometraje, documental o ficción, comercial o anticomercial, foto o telenovela, etc.).
En cuanto a la intención o sentido constante del producto, el comunicador no yace en la irresponsabilidad y en la abstracción, porque ellas son fáciles tentaciones de evasión frente al mundo. Por el contrario, la comunicación de cualquier signo que fuere, implica guerra (desajuste y reajuste de cuotas de poder) lo cual significa un compromiso radical con la sociedad y el mundo.
Comprometerse significa seleccionar el material óptimo, darle continuidad y progresión para ir renovando los estímulos que alimentan la curva de interés de los espectadores o de los usuarios.
Comprometerse significa vigilar el crecimiento de la intención fundamental.
Comprometerse significa pastorear esa idea central o gran pregunta que nos formulamos antes de hundir el pedal de aceleración: ¿Qué vamos a comunicar?
De hecho, habrá variaciones sobre el tema, improvisaciones que nos sugiera la experiencia diaria, pero ese margen de cambio será válido si contribuye a expresar la intención del comunicador a formular la gran respuesta.
Lo sabio es visualizar el compromiso a través de situaciones concretas que nos ayuden a reordenar el espacio y el tiempo que habitamos.
Aquí radican la excitación de nuestro oficio y su peligro, pues debemos evitar dos extremos: lo obvio que nos disuelve en la demagogia y lo esotérico que nos encierra en la esterilidad.
Entre lo obvio y lo esotérico, arrastramos nuestra obligación concientizadora nuestro quehacer de sazonadores del comportamiento colectivo.
Para ello concentremos la realización del producto en torno al propósito básico o idea central y en torno al público prioritario al que debemos dirigirnos.
(Cualquier dispersión se vuelve decorativa e inútil. Sólo la concentración expresa y esclarece).
No hay hombre sin columna vertebral. No hay comunicación sin intención ni compromiso. (Tal fue la lucha por institucionalizar las políticas de población, a partir de zonas consensuales nacionales, en Bolivia).