Comic, ¿9º arte?

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Sergio Román Armendáriz | Sábado 3 de octubre de 1992
Periódico La Nación, San José, Costa Rica, A.C.

Alguna vez, los libros para niños adornaron sus esquinas con un dibujo progresivo que se ponía en movimiento por medio de una inocente rotación de los dedos contra el borde del espejo mágico.

También nos atraía la hoja en blanco y en silencio, en donde ciertos trazos simples y algunas notas nerviosas iban entretejiendo personajes y situaciones, pensamiento y vocablo, conciencia y sueño.

Desde allí, la historieta tradicional o subterránea nos atrapa en el juego de la dominación o en el ejercicio de la lucidez, con su red de diversión y denuncia.

Los estilos cambian pero el proceso continúa desafiando y fascinando a pueblos y generaciones, cien años después de la irrupción de esta modalidad tan expresiva de nuestra época, tan distinta y parecida a la seducción y rebeldía de la aviación o del cinematógrafo.

Alguien descubrió -durante una visita al museo- que la única fórmula para resucitar a una pareja de huéspedes dinosaurios (¿amantes, tal vez?) que allí permanecían desnudos, "era dibujarlos" con la retórica y libertad del "comic".

La complicidad y las dudas del proyector y la pantalla, hoy, al convenir el espacio gráfico en relato audiovisual al igual que la rotación del borde maravilloso de envejecidos- libros infantiles precipitan una sonrisa y un grito íntimo, un gesto; ambiguo del humor, una cita contigo, un breve paraíso.

Así, este "9° Arte" (exhibición que el Centro Cultural Español auspicia, en San José, bajo la forma de una "historia fílmica de la historieta") despierta -en nosotros- a los niños de entonces y a la pareja de felices dinosaurios y al espejo encantado que rompemos para buscarnos y encontramos en la otra orilla de la ilusión.