Abya Yala, teatro costarricense de vanguardia

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Acerca de un equipo costarricense del teatro de vanguardia, constante en su empeño, diverso en cada puesta escénica

Abya Yala, la reina versus Borgoña, su princesa

La ciencia experimenta y, de ese modo, continúa codificando fórmulas que estimulan nuevas investigaciones. Así, la ciencia imita al arte.

El teatro necesita escaramuzas y francotiradores a la manera de Sísifo condenado a arrastrar un peso superior a sus fuerzas, de la llanura a la cumbre, por una eternidad.

Roxana Ávila y David Korish, norteamericano y tica, pareja en el amor y en el arte, inventor e inventora del equipo Abya Yala (1991), desde el nombre que los bautiza hasta cada puesta escénica, enfatizan el proceso sin descuidar el producto.

Sus propuestas pueden ser polémicas pero no deben ser ignoradas.

Tal es la ceremonia libérrima de Yvonne, la princesa de Borgoña, de Witold Gombrowicz (maestro del absurdo,1904-1969), partitura para dieciséis instrumentos interpretados, en este caso, sólo por cinco ejecutantes, durante el trimestre final del año 2004, en el Teatro Nacional y en el de Bellas Artes, dos ámbitos muy josefinos y muy diferentes y, a la vez, complementarios en cuanto a la búsqueda de la expresión cambiante de la Forma (obsesión de Gombrowicz) de acuerdo con las relaciones o rupturas que van estableciendo y dinamitando los histriones o mutantes multiplicados por máscaras y muñecos, con ellos mismos y con los objetos que manipulan o los manipulan y con las personas o butacas que asistimos al duelo entre el ruido y la abstención de hablar.

Se trata de una muchacha silente, no muda, fea y sin ningún título de nobleza que la acredite, quien, a manera de desafío, es introducida en una casa real europea, en donde, su ausencia de voz y su perpleja presencia inoportuna, incomodan a la corte y presionan e irritan a cada uno y cada una de sus integrantes hasta que el crimen hará que retornen las aguas al nivel de la conformidad rota por la intrusa.

“¿Quiénes somos si la Forma nos determina?” se pregunta WG en una cita mencionada en el programa de mano de esta cocreación que se inspira en un personaje cuyo único pecado o delito es permanecer en silencio en un entorno habituado a esconderse en el ruido (lo cual me hizo recordar la primera sesión de un curso de Apreciación de la literatura, en la época de los primeros rebeldes Estudios Generales en la Universidad de Costa Rica, allá por 1973, cuando Michèle Najlis, profesora y poeta nicaragüense, con el único afán pedagógico de provocar en su aula un desgarramiento inicial para construir después sobre ese colapso, se mantuvo en su asiento, sin pronunciar ni una sola sílaba ni esbozar ningún gesto durante una hora lectiva frente al proteico comportamiento de alumnos y alumnas quienes, instante a instante, fueron atravesando una metamorfosis de sus estados de ánimo desde la cháchara inicial y la exaltación creciente hasta un postrer amago insurreccional).

A pesar de la tinta invisible que oculta su faena especialista en fabricar y enterrar bombas que hacen estallar por los aires la realidad cotidiana para estimular su reconversión en un novedoso y único material nacido de fragmentos dispersos y explosivos, Abya Yala cultiva un espacio germinal donde ha logrado el clímax de la paradoja pues, aunque Yvonne permanezca callada, la princesa de Borgoña, al fin y en resumen “habla” con metáfora y enigma para sembrar una saludable intranquilidad en cuerpos y almas al denunciar que nada es lo que parece ser, incluso, el tema de las convenciones sociales.

¿Qué más le podemos pedir a noventa minutos de ficción construidos y demolidos, a la manera de Sísifo?

SR
Universidad de Costa Rica 
2004

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