¿Guión con tilde o guion sin tilde?, otro ejemplo de la ambigüedad de la Academia

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 ¿Guión o guion?

Otro ejemplo de la ambigüedad de la Academia.

La ambigüedad es la antesala de Babel.

Un primer asterisco prosódico y ortográfico (¿guión o guion?)

La Academia ha aprobado la doble acentuación de guión o guion, según predomine el hiato o el diptongo.

Y lo hace contrariando el espíritu del castellano pues siempre hemos utilizado una bisílaba aguda que al terminar en “n” merece la respectiva tilde (guión). Nunca hemos utilizado una monosílaba (guion) porque al pronunciarse con un solo golpe de voz, dicha palabra adquiere cierto matiz anglicanizado ajeno a nuestra idiosincrasia. No se trata de sabiduría filológica sino de una sencilla y pura intuición auditiva de nuestra comunidad.

Entonces, ¿por qué lo hace? ¡Quién sabe!

Ni un viajecito de estudios ni una licencia sabática ni una consultoría ni una beca ni un entendimiento con las empresas que producen programas y equipos de cómputo, son patente de corso para autorizar el tránsito de la concesión a la traición.

En familia, el departamento de publicaciones de una universidad local insiste en suprimir la tilde al “guión” inserto, por ejemplo,  en el título de una obra del maestro Gabrio Zappelli Cerri, aunque el texto original la lleve incluso con el amparo de esa ambigüedad denunciada.

Un segundo asterisco (la “ch”: ¿letra o no letra?)

Ya expulsaron a la “ch” (che) del alfabeto porque teniendo dos elementos, esto es, siendo un dígrafo, técnicamente, debe reubicarse en el diccionario dentro de la lista que abarca la inicial, “c”, y de este modo adaptarse a  las “modernísimas” correspondencias de paradigmas universales.

Lo que no se dice es quiénes marcan este afán de servicio tan desinteresado, ¿nuestro pueblo o las entidades rectoras o las transnacionales que mercadean la tecnología de la informática y sus dependencias afines?

Y también se calla la razón por la cual es nuestro idioma quien deba adaptarse y no las otras lenguas.

Asimismo, pregunto, ¿que pasará con ese  sonido tan singular que la ch (la che) representa con dignidad y gracia? ¿Acaso no perderá su acústica a la vuelta de las generaciones de tal modo que al chile (y al país) le dirán pronto o después “cile, Cile”  aprovechando la mudez de la “h”? O, talvez, doblegándose ante la manía de uniformar el sonido fuerte de la “c” antes de las vocales (casa, kasa, etc.) terminemos hablando de (cile, quile, kile etc.) ¿Nueva Babel?

Me gustaría conocer la opinión de mis amistades “chilenas o kilenas” y de tantas personas adictas a las novedades que aunque no necesiten publicidad capitanean, al estilo de García Márquez, una reducción idiomática suicida en señales gráficas y sonoras.  

En el prólogo que el ex primer mandatario ecuatoriano Dr. Carlos Julio Arosemena Monroy escribió para el “Diccionario de términos políticos” que publicó mi hermano Alejandro, resaltó el sitio que la “ch” ocupa en ese libro. Y votó por su vigencia.

Un tercer asterisco (¿Quito o Quitu o Kitu? Y ¿Un Carondelet colonial o un independiente Palacio de Gobierno?)

Gente hay que por influencia vernácula ha empezado a escribir y pronunciar “Quitu” o “Kitu” en vez de Quito, para referirse a la ciudad capital del Ecuador.

Y a nuestra suprema sede ejecutiva y residencia oficial del presidente de la República que, en mi infancia, se le denominaba el Palacio de Gobierno (heredero del palacio de la Real Audiencia) ahora lo llaman “Carondelet” inventando que fue Bolívar quien le endosó a la fachada de la época el título de un barón afrancesado de menor cuantía porque éste, según una tradición manipulable, había ordenado tal construcción transmitiéndole, por ósmosis, su buen gusto.

Aún hoy, 2009, la administración socialista que acaba de expulsar a los gringos de la base de Manta, utiliza tal apelativo aunque espero que nunca sustituya, por lo menos en los documentos oficiales, el tradicional. 

Y, ¿la Academia? Gracias. Muy bien. Preparando el turismo del próximo congreso, preocupada por la enseñanza del español como lengua extranjera en China (¿Cina?, ¿Quina?, ¿Kina?, etc.) y no por el desastre de la enseñanza de este idioma en países donde aún es lengua materna.

Un cuarto asterisco (¿bilingüismo o bimudismo?)

Y ¿qué decir del bilingüismo o, mejor, bimudismo?

Nadie puede ser tonto en español e inteligente en otro idioma.

La base debe estar constituida por un sólido conocimiento y afecto por la lengua materna.

Así, pues, ¿qué importa ese argumentillo de que una letra para ser tal deba constar de un solo elemento gráfico-acústico si el pueblo hispanohablante tenía y tiene asumida la condición de letra de la “che”.

Un quinto asterisco (¿año o ano?)

Y cuando supriman la virgulilla de la “ñ”, año será ano, coño será cono y la madre España, será cualquier “espana”.

Glosando a Rubén Darío: “De las academias … ¡líbranos, Señor!”

A la institución que dizque vela por nuestro idioma le calza el final del primer discurso de todo presidente macondiano:

- “Como el gobierno anterior nos ha llevado al borde del abismo, nuestro deber histórico es dar un paso… ¡adelante!”

Yo, por supuesto, seguiré tildando guión. Y así lo exigiré y lo pronunciaré. Porque es de eufonía y de justicia.

Y seguiré defendiendo la memoria de la ché. Y del “Ché”.

Y seguiré de espaldas a la real academia a la que le arrebato sus mayúsculas porque… ¡me da la gana!

Notas

En síntesis

En resumen

Sin embargo, con tilde o sin ella, quienes nos dediquemos a construir guiones audiovisuales (que sigan el modelo aristotélico presente en la “Poética”, no los que ejecuta el postmodernismo) debemos hacerlo, según cada caso, en convenientes dosis que  entretejan (1) la precisión de las matemáticas, (2) el compromiso de las ciencias sociales, (3) la fluidez de la narrativa y (4) el encanto de la poesía.

SR, 23 IX 2009

LO QUE TODO GUIÓN AUDIOVISUAL EXIGE Y NECESITA A PESAR DE TILDES PRESENTES O AUSENTES (Guión o guion)

1.- la precisión de las matemáticas (para sostener la estructura)

2.- el compromiso de las ciencias sociales (para nutrir el contexto)

3.- la fluidez de la narrativa (para desglosar la anécdota

4.- el encanto de la poesía (para codificar el estilo)

5.- el control de los registros verbo-icónicos (para pulir la expresión)

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