La primera de las 7 redes de la comunicación escrita con palabras e imágenes (1/7, mayo-junio, 2012)

Categoría: Pedagogía / Inicio

Esta bitácora consta de un Liminar (mayo, 2012) y un Anexo (junio, 2012).

En el liminar se trata acerca de las influencias recibidas por el autor y de generalidades acerca del oficio de escribir.

En el anexo, se trata lo atinente a talleres, nomenclaturas y pinzas.

 
 
Las redes
de la comunicación escrita
con palabras e imágenes
(1/7)
 

LIMINAR

INFLUENCIAS

En mis inicios literarios me guió la voz modernista de José Joaquín Pino de Icaza (1902-1959), el autor de ‘Sándalo’, mi profesor de literatura universal en el Colegio Vicente Rocafuerte de Guayaquil (1951), el quinto y final miembro de la ‘Generación Decapitada’ que estuvo integrada, además, por Arturo Borja (1892-1912), Humberto Fierro (1890-1929), Ernesto Noboa Caamaño (1891-1927) y Medardo Ángel Silva (1899-1919), conocidos así por su obra centelleante y por su fugaz extinción física, aunque fue don José Joaquín, el menor del grupo, quien conservó más años la cabeza lúcida sobre sus hombros rebeldes.  

En mis inicios de periodista, me guió el legendario ‘Reportaje al pie del patíbulo’ de Jules Fucík (1903-1943).

 En cuanto contra-rupturas, Hugo Mayo (1897-1988).

En mi madurez dejé que me guíen las metáforas del maestro Isaac Felipe Azofeifa (1909-1997), de quien fui su asistente en la edición de ‘Palabra’, órgano fugaz de la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica, entidad de la que fui profesor (1968-1974), y de la cual, fue director, don Isaac.

Y, por supuesto, en mi vejez, me inunda gozoso y admonitivo el seco exteriorismo de un estilo atinente a profanas sacralidades que ejecutan, para siempre, mano a mano, dos maestros de maestros, Kavafis (1863-1933) y Borges (1899-1986).

Pero, las personas que le pusieron sal y pimienta a mis reflexiones, han sido quienes asistieron a mis cursos o me consultan o asisten a mis talleres (incluso, en este 2012, el referido a la Premisa dramática del guión narrativo-fílmico), jóvenes que merecen mi gratitud y la dedicatoria de este anhelo compartido.

De allí que en siete sucesivas ediciones virtuales, esta bitácora (la primera de la serie) progresivamente irá escalando la numeración romana sin perder el propósito que, a continuación, resumo:  
 
“Objetivo.- Compartir, guardando la confidencialidad del caso, mis reflexiones (de facilitador de talleres presenciales o virtuales de la palabra escrita) con énfasis en las técnicas o recursos expresivos a emplear.”
 
Guardar la confidencialidad significa cumplir lo que señala el refrán cuando aconseja ‘dar a luz el milagro dejando al santo, en la sombra.
 
En pocos vocablos, trataré de acuñar los recursos técnicos sin mencionar ni autores ni autoras, ni sus versos ni sus párrafos.
 
OFICIO
 
Siendo la praxis de la escritura, un oficio, es pertinente recordar que en tal calidad, al igual que el digno menester del carpintero, el nuestro está conformado por materiales, instrumentos y técnicas.
 
Para esquematizar, uno de los materiales del carpintero es la madera. Una de sus herramientas, el martillo. Y sus técnicas tienen que ver con el protocolo o algoritmo o pasos de ese proceso artesanal que terminará convirtiendo la madera, por ejemplo, en una mesa.
 
Para quienes intentamos comunicarnos escribiendo palabras e imágenes, la materia prima es la observación de la realidad externa e íntima que se refiere a la tridimensional que nos rodea y a las figuraciones de nuestra vida interior. No hablo, aquí, de realidades metafísicas ni cuánticas, sino de las cotidianas que a simple vista, mediante los ojos o la introspección o el sueño, podamos percibir.
 
De allí que nuestro instrumento principal sea la palabra y la imagen, con sus inflexiones, pausas y silencios, un verdadero arsenal constituido por la semántica, la morfosintaxis, las condiciones prosódicas y ortográficas, y, coronando la aventura, los tres registros que ha creado su uso cotidiano: el formal (‘llegué rápidamente’), el especializado (‘llegué es un pretérito del verbo llegar’) y el coloquial (verbigracia, en Costa Rica, ‘llegué soplado’), aplicables a lo verbal, a lo icónico y a la verbo-icónico, fijos o en movimiento.
 
Lo que pretendo presentar, en este capítulo, remite a los recursos técnicos cuya ley suprema, en los sistemas expresivos, subraya la organicidad del conjunto, o sea, la vivísima interacción de las partes y el todo, sin que nada abunde ni falte, y donde cada elemento esté en su sitio, de acuerdo con el canon.
 
Por supuesto, es atractivo e inevitable sobre todo en los calendarios mozos, reventar los códigos. Comprendo tal prisa. Yo mismo la ejecuté cuando en ‘Función para butacas’ (1972), obra del llamado extrateatro o forma ecuatoriana del absurdo, me negué a aceptar el aplauso del público rechazándolo por considerarlo una debilidad burguesa e, incluso, llegué al extremo de ordenar que actores y actrices, una vez concluida la ceremonia, expulsen a los despistados asistentes por medio de una simulada fumigación de asientos y traseros.
 
De este modo, los siete peldaños de esta escala quieren someter el texto al dogma clásico, sobre la base de que sólo conociéndolo, podremos buscar que fructifiquen, con alguna coherencia inevitable, los arrebatos vanguardistas.
 
La serie que inicio hoy, con naturalidad lo expreso, quiere ser, no un conjunto de pautas, sino una colección de manías que las lecturas y las desilusiones han ido depositando en mis neuronas y en sus sinapsis y en los circuitos de mi ordenador electrónico.
 
Continuaré…
 
www.sergioroman.com
SR / CR, 19 de mayo de 2012

Enlace sugerido: Esta bitácora 195 (1/7) continúa en la 205 (2/7)

Notas

ANEXO # 1: NOMENCLATURAS, PINZAS Y TALLERES

Acerca de nomenclaturas y talleres, y de la función de las 'pinzas' de las que , sin esta mención habló, ayer, Chejov. Y con esta mención hablan, hoy, Syd Field ('El manual del guionista') y Gabrio Zappelli ('Guión, escritura activa').

A Chejov se le atribuye la anécdota de haber dicho que si en un cuento, en algun momento, se ve una pistola, en otro momento hay que guardarla o dispararla. A esta observación, los teóricos llaman 'pinzas' (yo, la llamaría asimismo: 'rima de situaciones' o cumplimiento de la ley hermética de las correspondencias). Pero el término 'pinzas' se va abriendo camino porque es breve y claro ya que tal adminículo sostiene algo que por, lo menos, debe señalarse tres veces, para los efectos de alimentar la memoria del público frente a una expresión de arte temporal, esto es, de una película que corre del minuto 'A' al minuto 'Z' sin la oportunidad de paréntesis y retornos. Hablo, por supuesto, de las slas de pública exhibición. Claro, depende de la extensión.

Por ejemplo, en el filme 'Telma y Luisa' se ve la pistola, primero, cuando van a salir de viaje las dos amigas. Después de varias secuencias aparece, otra vez, el arma, para impedir una violación, pero el auditorio (o el lector) ya estaba notificado. 

Lo importante es que si se señala un objeto (vuelvo a Chejov y a Zappelli), el mismo debe tener su propio desarrollo: inicio, clímax, fin. Así, de alguna manera, el objeto se ha convertido en 'sujeto'.)

Tal es el caso del jarrón que luce 'Interiores' de Wooddy Allen, el cual, al comienzo de la cinta, muestra el carácter de la protagonista y su profesión: es decoradora y ... negociante y ...  entrometida pues está tratando de colocar ese adorno (que además cuesta cuatrocientos dólares) en el vestíbulo del domicilio de una hija casada. Luego, el jarrón sigue apareciendo algunas veces, en la casa de la señora, como elemento de la profundidad de campo, hasta que entra en escena su rival -y antípoda- quien, mientras baila, en un movimiento inocente trae al suelo ese jarrón que se despedaza, metáfora de un matrimonio que ha corrido igual suerte. (Insisto en que revisen este filme pues no tengo voces suficientes para transmitir, en su rica complejidad, el ejemplo dado).

Los teóricos llaman a este recurso: 'pinzas'*, porque en dramaturgia adquieren  la función de ese utensilio depilador de vellitos incómodos y la de ser sostenedor, digamos en el consultorio de un dentista, de bolitas de algodón anestésico y de otros etcéteras. 

De allí que el diccionario las defina como instrumentos cuyos extremos flexibles se juntan y se separan con el fin de sujetar o desprender algo.

Las‘pinzas’ también sirven para traer al presente algún elemento significativo de la llamada Acción Previa, esto es, de aquel pasado que el personaje arrastra y del cual, alguna vez, emerge un rápido atisbo, 'hoy'.

Se trata de nomenclaturas. Como se dice en pedagogía: 'Cada maestrillo con su librillo'. Lo importante, creo, es tener una propia nomenclatura, dispuesta a su enriquecimiento si fuere posible y, siempre y cuando los aportes teóricos o lexicales, no choquen contra principios  básicos del autor o de la autora.

En un taller, es vertebral compartir ‘nomenclatura’ porque es frecuente que las personas inscritas en él, lleguen con sus propios conocimientos, lecturas, otros cursos, etc. y, al no facilitarles esta prevención, mezclen los datos que traen y los nuevos, provocando cierta confusión en su propio ánimo. 

De allí que, en mi caso, procuro decirles a los talleristas, desde la sesión inicial, que el aparente divorcio del significado de términos iguales o parecidos, nada tiene que ver con equivocaciones de otros maestros o maestras, sino de nomenclaturas diversas a las que, en cada caso, debemos atenernos. Ya, de acuerdo con su evolución, los individuos decidirán con cuáles 'palabras-conceptos' se sienten cómodos y fértiles.

A veces, * yo prefiero usar el término general de 'correspondencias' cuando se reitera un elemento cuya repetición va formando, entre uno y otro y el que le sigue, una especie de arco.

CR, 2 de junio, 2012

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