2° y 3er. capítulos del TEG: Contexto y disolución del Teatro de Estudios Generales

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II

Contexto del TEG

 

Este 2012 cumpliré cinco décadas de habitar en Costa Rica, hospitalidad que agradezco.

Fluyen los recuerdos que me permiten ubicar en el lapso 1968-1969, la fundación de las Escuelas de Artes Dramáticas y la de Ciencias de la Comunicación Colectiva, y mi ingreso a la docencia -en la Escuela de Estudios Generales-, las tres ligadas a mi afecto.
 
Recuerdo, asimismo que, en 1975, el Teatro Universitario cumplió su primer cuarto de siglo de historia, entidad que un año antes, en 1974, me había brindado el honor de ser asistente del director uruguayo Júver Salcedo en la puesta en escena de ‘La muerte de un viajante’ de Arthur Miller que, en retrospectiva, resultó ser mi trabajo escénico final en CR, pues, al retornar de México en 1979, fui asignado, por la rectoría, a la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva (ECCC/UCR) para asumir los cursos de producción audiovisual, el taller de guión fílmico y otras labores afines.
 
Debo recordar, también, que en 1970 se fundó el Ministerio de Cultura y, éste creó, en 1971, la Compañía Nacional de Teatro. 
 
Pero estos acontecimientos que participan del texto social, no se producen en el aire, sino en interacción dialéctica, con su contexto ideológico.
 
Así, en 1968 son memorables los acontecimientos contestatarios de París y de México. Y, en 1970, los de Costa Rica, cuya juventud liderada por la Federación de Estudiantes Universitarios, condujo la amplia manifestación popular contra ALCOA, un 24 de abril, fecha que hoy, 2012, da nombre a la plaza de la juventud en el campus ‘Rodrigo Facio’.
 
Dentro de este ambiente, el TEG, inicia su órbita administrativa a fines del segundo semestre de 1971, y se organiza durante el primer semestre de 1972, de tal modo que estrena ‘Parásitas’, a fines de ese lapso lectivo, punto inicial de su labor práctica. 
 
Se debe recordar, asimismo, que José Figueres Ferrer, fue presidente de Costa Rica (1970-1974), después de José Joaquín Trejos Fernández (1966-1970) y, en ese, encabalgamiento, ocho días antes del cambio de inquilino de la casa presidencial, durante el mencionado 24 de abril, estalla el clímax de la rebelión estudiantil costarricense, una fuerte señal de repudio a la aprobación del contrato (con ALCOA) que se había producido el día anterior.
 
El doctor en derecho, Fernando Zamora Castellanos, entonces tenía 15 años de edad. Casi veinticinco años después, él publica ‘Dos ensayos’, en uno de los cuales rememora ese acontecimiento (complementándolo, como él apunta en la cara externa de la segunda tapa de su publicación y en el colofón respectivo, con datos tomados de la hemeroteca de la Biblioteca Nacional y del Congreso de la República), folleto del que se extractan los siguientes párrafos que dan una imagen del pueblo a punto de la insurrección.
 
Escribe el Dr. Zamora:
He aquí los hechos: El jueves 23 de abril, las ‘organizaciones estudiantiles disponen una ‘huelga general en la Universidad, huelga que ‘se mantenía a la expectativa de la aprobación ‘del contrato con ALCOA. / Ante la aprobación ‘del mismo, la huelga total se extiende y el ‘mismo día los estudiantes visitan el Campus ‘en la madrugada tendiendo empalizadas para ‘impedir el acceso. / Varios estudiantes de ‘secundaria se unen, también a la huelga. La ‘Federación estudiantil de la Universidad ‘convoca a una gran manifestación el viernes ‘24 de abril en donde se insta a los ‘estudiantes a copar las calles josefinas. / Esta ‘convocatoria recibe de inmediato el apoyo de ‘diferentes asociaciones y sectores del país (… ‘alentando) a los jóvenes estudiantes que ‘valientemente mantienen la desigual lucha en ‘contra de la entrega irrestricta de los recursos ‘del país. / Asimismo otras organizaciones ‘llaman a paro y a la marcha de las tres p.m. ‘hacia la Asamblea Legislativa. / Se apasiona ‘entonces el debate mientras que las ‘autoridades del país insisten en apoyar el ‘contrato. (… de este modo) la protesta ‘alcanza niveles insospechados (…) Se calcula ‘que alrededor de 55.000 (jóvenes) se ‘apostan en las cercanías del Edificio ‘legislativo. / (…)  Producto de la marcha, los ‘más afectados fueron el edificio del ‘parlamento en donde se aprobó el contrato y ‘el edificio del diario La Nación y de Radio ‘Reloj, a quienes se acusó de asumir la ‘defensa de la compañía norteamericana. / ‘(…) Muchos permanecieron en las cárceles ‘por lo que la huelga generalizada de la ‘universidad no se levantó sino hasta el ‘miércoles 29 de abril, fecha en la que el ‘Consejo Superior Estudiantil de dicho Centro ‘decide deponer la lucha. / Ya para entonces, ‘el pronunciamiento de la juventud había sido ‘determinante: tiempo después, es la misma ‘compañía la que decide romper los vínculos y ‘sus pretensiones en nuestro país, y al entrar ‘el nuevo gobierno de Figueres en mayo de ‘1970, el peligro del establecimiento de una ‘transnacional que viniese a usufructuar ‘recursos naturales, era prácticamente un ‘capítulo cerrado.” (sic) [8]
 
Recuerdo que en ese 1970, el Lic. Eugenio Rodríguez Vega es elegido rector de la UCR por sus propios méritos y porque, creo yo, que el lema que acuñó su campaña, al derivarse de la letra inicial de su apellido, hizo referencia a ‘revolución’ y cumpliendo esa promesa, abre la institución al cambio fomentando así un clima propicio para el nacimiento de la Acción Cultural Universitaria que años después, con las modificaciones pertinentes, será un segmento de una de las vicerrectorías actuales. En esta inflexión libérrima, ACU favorecerá el crecimiento del TEG y de sus extensiones (Aula de Teatro, Extrateatro, Teatro 3, etc.) hasta que en el lapso 1974-1981, cuando ocupa la rectoría el Dr. Claudio Gutiérrez Carranza, intelectual brillante que no sólo le brinda a la UCR la orientación indispensable, sino que la dota de reglamentos y contrapesos. Así, hacia 1976, empieza a notarse la declinación de la praxis escénica en la Escuela de Estudios Generales, hasta que en 1993, por fortuna, y con su propio brío, se abre el ‘Girasol’, grupo hoy emblemático. 
 
Dentro de ese ambiente de transparencia espiritual y espontaneidad artística que impulsó el rector Rodríguez, se da el cambio de mando en nuestra Escuela de Estudios Generales pues al filósofo Francisco Antonio Pacheco, le sucede el poeta Isaac Felipe Azofeifa, ambos identificados con el TEG, desde los trámites administrativos del conjunto (durante la parte final del segundo semestre de 1971), hasta su estructuración (durante el primer semestre de 1972) de tal modo que, a fines de ese lapso lectivo, el TEG alcanza el punto inicial de su labor práctica, el estreno de ‘Parásitas’ el 8 de junio de 1972.
 
A la vez, en el ámbito exterior, la democracia electoral de Chile es bombardeada y derribada a cañonazos, en septiembre de 1973, por el golpe de Estado de Pinochet y de la Central de Inteligencia estadounidense (CIA), fuerzas que desencadenan, con tal crimen, una espiral de dictaduras militares en el cono sur del continente que, sobre todo, en Chile, Argentina y Uruguay, reprimen con sadismo a los artistas y a los hombres de pensamiento libre.
 
¡Honor a la memoria del presidente mártir, Salvador Allende!
 
Costa Rica, siempre solidaria, recibió a decenas de exiliados.
 
Mientras tanto, en el país, la administración de José Figueres Ferrer (1970-1974) da paso a la de Daniel Oduber Quirós (1974-1978), también socialdemócrata, en cuyo gabinete ejerce de ministra de Cultura, la escritora Carmen Naranjo Coto quien renuncia a su alto cargo (1976) presionada por los medios de información que reclaman una libertad de expresión que ellos niegan a los demás, en fin, medios que perciben el arte como enemigo de la democracia (entiéndase, de la ‘democracia electoral’, esa misma ‘democracia’ violada en el caso del presidente socialista Allende), todo lo cual, repercute en una estética y en una ética cada vez más izquierdizantes (1976).
 
El TEG, dentro de ese clima, pero con el ánimo de servir a los estudiantes de las tres asignaturas vertebrales de los entonces Estudios Generales (Castellano, Filosofía e Historia de la Cultura), creó una extensión: el ‘Teatro 3’ (o ‘Teatro Tres’ o, ‘T-3’), con la intención de aproximar, a los estudiantes a las llamadas ‘lecturas obligatorias’ por medio de adaptaciones escénicas que sirviesen a manera de un ‘aperitivo intelectual’ pero nunca con el fin de sustituir dichas lecturas. Así, con adaptación de William Zúñiga y bajo su dirección, el ‘T-3’, puso en escena (primero, en el Auditorio de la facultad y luego en un aula de la planta baja del edificio de la fenecida Ciencias y Letras, espacio que, hoy, remozado, ocupa  la cafetería de Estudios Generales), el ‘Manifiesto Comunista’ del glorioso tándem ‘Marx-Engels’. Pero, a pesar del ingenio desplegado por William Zúñiga, el experimento no fue asimilado ni por tirios ni por troyanos, de tal modo que hasta allí llegó esa pretensión, aunque tuvo apoyos importantes, de viva voz o escritos, entre los cuales, casi ocho lustros después, aún nos enorgullece el que firmó don Isaac Felipe Azofeifa. Y no sólo por sus elogios, sino porque su pluma orientadora señaló, con agudeza, ciertos defectos corregibles: ‘(…) Algunos han hecho la observación de que se da una versión social-demócrata del ‘Manifiesto’, porque la Burguesía aparece tremendamente seductora y el Proletario, aunque pelea y se rebela una y otra vez, siempre parece débil, seducido, impotente pero contento.’ [9]
 
Ídem, aún nos alegra la reseña que firmó el literato y periodista Carlos Morales quien la cerró, así: ‘(…) el trabajo tiene mucho mérito, está hecho con dignidad artística, sin caer en lo propagandístico. Y haber conseguido eso con una puesta del Manifiesto Comunista, es la mejor prueba de que hubo creación, esfuerzo y honestidad teatral y por lo tanto, (es) el mayor elogio que se le puede hacer a ese bienvenido Teatro Tres’.
 
Llama, asimismo, la atención, la ficha introductoria: ‘Manifiesto Comunista’(…) Dirección: William Zúñiga. Actores: Guadalupe Delgado, Ángel Cañas, Eurídice Gómez, Luis Piedra, Miguel Aragón, Jaime Hernández y Francisco Brenes. Auditorio de Ciencias y Letras. Estreno: viernes 17 de mayo de 1973.’ (Los nombres de Luis Piedra y Jaime Hernández que tanto aporte posterior han dado a la escena dancística y dramática del país, no necesitan ningún comentario, pues hablan por sí solos.) [9.1]  
 
También, se registran tres momentos donde se aprecia la técnica general del TEG atinente al manejo de los espacios vacíos y a la uniformidad de la vestimenta sencilla. [9.2]
 
Así, en el lapso recién mencionado (1974-1976) huyendo de la persecución y de la muerte, llegaron del ‘sur del sur’, profesionales idóneos que, como es obvio, trajeron su bagaje intelectual y sus enfoques en lo atinente a docencia y actividades culturales. El TEG no fue ajeno a su mirada, ni tampoco lo fue la agrupación tripartita de las asignaturas vertebrales de nuestra Escuela.
 
Además, algunos colegas nacionales, un tanto distraídos o descreídos del aspecto que ellos suponían ‘aburguesado’ del TEG, compartieron similar criterio, por lo cual, a fines de 1975, el Teatro de Estudios Generales dejó de ser un espacio de aficionados similar a los que existen en todas las universidades del mundo, con el plus (para los alumnos de primer ingreso), que la UCR les permitía a esos estudiantes, disfrutar de una opción nueva y diferente para cumplir el requisito obligatorio de una ‘actividad cultural’.
 
Debo, en este momento, reiterar que en enero de 1975, viajé a México y retorné a mediados de 1979. [1]
 
 
III
 
Disolución del TEG
 
Mientras estudiaba en la Universidad Nacional Autónoma de México, el clima era tenso y propenso a descalificar la labor escénica que parecía de simple  entretenimiento (equivalente, para muchos, de ‘diversión) con epítetos fuertes, por ejemplo, ‘teatro digestivo’, o ‘teatro para burgueses’, o ‘teatro sin compromiso’, etc. Lo que al parecer (lo pienso, ahora) es que se le exigía a los escenarios y a las pantallas y a las artes plásticas y de todo tipo, que hagan esa revolución que no se les exigía ni a las calles de la ciudad ni a los paisajes del campo.
 
(Por mi vocación socialista, estoy de acuerdo con la revolución, pero en desacuerdo con sustituir la directa acción ciudadana y campesina, con la acción indirecta del arte).  
 
Algo parecido pudo estar pasando en Costa Rica. Pero, aunque yo no pude ser testigo directo de la desaparición del TEG ni he tenido acceso a ningún documento, ni entonces ni ahora (porque acaso, simplemente, no los hubo ni los hay),  sin embargo, el hecho de su rápida defunción (pues cuando me despedí de él a fines de 1974, el TEG gozaba de buena salud), me hace presumir que de buena fe o por omisión se aceptó que la actividad escénica sólo la podían realizar personas especializadas.  
 
Sin embargo, la escena construida y sostenida por aficionados tiene tradición secular pues la llamada especialización universitaria con rangos y títulos académicos, es reciente. Basta recordar que en nuestra UCR, la Escuela de Artes Dramáticas (de la que fui profesor un par de años) se fundó entre 1968 y 1969. (Por cierto, Olga Marta Barrantes, la conductora de uno de los cuatro grupos del TEG, fue una de las primeras egresadas).
 
Sin embargo, el sintagma ‘teatro de aficionados’ empezó a ser peyorativo.
 
Navegando en la interred, encontré que la historiadora Patricia Fumero emplea el concepto de ‘grupos de teatro aficionado’ en su ensayo ‘Teatro contemporáneo costarricense: 1970-2000’ (Google, págs. 2-3). Y, el mismísimo Paraninfo Universitario, que estuvo situado en el barrio González Lahmann de San José, donde hoy se levantan los edificios principales del Poder Judicial de CR, fue testigo de excelentes representaciones de aficionados, en la época de la que hablo pues, me refiero, verbigracia, a la representación de ‘El Apolo de Bellac’ de Jean Giraudoux, protagonizado por Luis Fernando Gómez (hoy, connotado profesional) bajo la dirección de Daniel Gallegos (hoy, académico), lo cual acaeció hacia 1965, aproximadamente unos tres años antes de la fundación de nuestra Escuela de Artes Dramáticas, de la que fue suscitador y primer director, el propio Lic. Gallegos.
 
Hubo, pues, dos fermentos que disolvieron el TEG: su condición de ser un grupo de aficionados, y su ausencia de compromiso militante. Y fue esta conjunción de fermentos disolventes, la que condujo al TEG a su fase terminal.
 
(A la distancia, tengo quizá la debilidad de presumir que el TEG fue una modesta semilla de ‘Girasol’ (1993), el actual proyecto escénico-cultural de las Vicerrectorías de Acción Social y Vida Estudiantil y de la Escuela de Estudios Generales de la UCR, empresa galardonada con el Premio Nacional al mejor grupo del 2008, hoy conducido por el joven maestro Juan Carlos Calderón, cuyo afán de excelencia he aplaudido en diferentes oportunidades, también en el Auditorio ‘Abelardo Bonilla’. ¡Me alegra su éxito!)
 
Al margen, y al rebobinar la cinta del tiempo, debo confesar que yo no fui capaz de compartir con mis cuatro más cercanos colaboradores (Olga Marta Barrantes, William Esquivel, Manolo Montes y William Zúñiga) mi entusiasmo por un TEG insuflado por el espíritu de los Estudios Generales. Esta omisión, creo, que fue la causa intrínseca de su disolución porque, mis asistentes y yo, nunca nos preparamos para persuadir a quienes nos adversaban, de la legitimidad e idoneidad de nuestra propuesta.
 
Quizá, en 1975 florecieron otras inquietudes, provenientes de un contexto que le exigía, al arte, una militancia radical. Lo comprendo. Las universidades estaban sacudidas por la insurrección del mayo francés y del Tlatelolco mexicano, ambos movimientos de 1968, y en Costa Rica, la lucha de 1970 contra ALCOA, dejó huellas recalcitrantes.
 
En ese ambiente, el teatro, por su naturaleza, visibilísimo, era fácil blanco de acusaciones asociadas a su función de divertir, sin tomar en cuenta que esta palabra (‘di-vertir’ o ‘verter, dos veces’), encierra un hallazgo conceptual atinente a entretener sin dejar de concienciar.
 
Bertolt Brecht en su ‘Breviario de estética teatral’ consagra que ‘El teatro consiste en producir representaciones vivas de hechos humanos tramados o inventados, con el fin de divertir. Aquí nos referimos al teatro, sea antiguo o moderno.’ [10]
 
A fin de cuentas eso fue el ‘TEG’ (una posibilidad de ‘di-vertir’, esto es, entretener, dejando caer, en su público, una gota de emoción y orientación mientras, del telón para adentro (hablo en términos metafóricos de ese telón que jamás usamos) constituyó una posibilidad pragmática para que los jóvenes pudiesen cumplir un requisito sin el cual no hubiesen completado sus carreras.
 
Pero, aunque sigo estando de acuerdo con los planteamientos de la estética socialista, me parece que (y lo digo, con todo respeto), los colegas que se colocaron en el filo contrario al TEG y descalificaron su condición de ‘aficionados’ y ‘aburguesados’, no se tomaron el tiempo suficiente para apreciar el propósito del ‘TEG’ dentro del pénsum y del espíritu de los Estudios Generales, posición extrema la de ellos que lograron que la praxis fresca del TEG fuese sometida a una metodología de curso propedéutico que desnaturalizó la razón por la cual, nació. 
 
Así, el TEG se extinguió porque el espíritu de los Estudios Generales se había desvanecido por debilidad interna, responsabilidad que me incluye, a la cual se le sumó la presión externa antes descrita que, a manera de tenaza fracturó, con sus dos brazos trabados, su supuesta condición negativa de ser un grupo de ‘aficionados’ y ‘aburguesados’.
 
Del clímax, estoy descendiendo hacia el anochecer.
 
Al otro lado de esta hipótesis, surge la imagen de un TEG que cumplió la ley natural de nacer, crecer y extinguirse, a lo mejor, muy rápido y demasiado pronto, pero la juventud no es una edad prohibida para la muerte. No hay culpa. Simplemente, sucedió. ¡Quién sabe?
 
Pero, el TEG sólo es un caso. La pregunta sigue sin respuesta: ¿Estudios Generales o Estudios Especiales?
 
 
Sergio Román Armendáriz
Profesor, UCR
www.sergioroman.com
romantic@racsa.co.cr

San Pedro, Montes de Oca,

 



 

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