Entrevista para “Biografía Audiovisual”

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31 respuestas de Sergio Román Armendáriz (1934) enviadas desde Costa Rica al Ecuador (9 de septiembre, 2009) cumplimentando el  cuestionario presentado por  Andony Landívar Macías (1995), estudiante del Colegio Americano de Guayaquil, cuya Biografía Audiovisual de Sergio logró que éste fuese invitado al homenaje a Mercedes Sosa, Mario Benedetti y Jorge Enrique Adoum (acto que el Colegio celebró el 2 de diciembre, 2009), cortesía que el entrevistado agradeció a la distancia con su “Mar, ‘arte poética’ en prosa”.

Ver: “Mar, ‘arte poética’ en prosa”, enlace a Bitácora 58 y a Bitácora 61.

31 respuestas de Sergio a Andony

9 IX 2009

2 fuentes:
- Respuestas directas al cuestionario y
- Román Armendáriz, Sergio. FUEGO SIN TREGUA, poética, política y vida cotidiana del Guayaquil de entonces…(1951 - 1962)”

 1.- ¿Desde qué edad tuviste inclinación por las letras y el arte?

Quizá desde el primer grado. Comento.

En el Colegio Salesiano Cristóbal Colón, en 1940,
mi maestro fue una sacerdote salesiano, alemán de apellido difícil que recibió al grupo (éramos unos 18 ó 20 alumnitos) sin que supiésemos nada de nada y sin ningún aprestamiento porque en esa época no se había desarrollado aún la etapa preescolar.

Al finalizar el curso lectivo, leíamos y escribíamos (en español), sumábamos y restábamos, conocíamos las viñetas de la Historia Sagrada, empezábamos a recitar el catecismo y a cumplir los rudimentos de la urbanidad del maestro Carreño. Ahhh…y jugábamos fútbol y asistíamos a las misas entonces cantadas en latín.

Siempre las palabras y los sonidos me llamaron la atención y el olor de los libros y los cuadernos nuevos. Iba cuantas veces podía a la prefectura donde vendían los útiles escolares, sólo a respirar ese ambiente. Aún, hoy, además de la computadora, uso lápices más que bolígrafos, saudade de la infancia.

“Semillitas” (metáfora de su función) fue el texto de primer grado. Aún lo recuerdo. Era más ancho que alto, formato apaisado y lucía figuras inocentes, letras, sílabas, versos. Así empezó mi amorosa lid con y contra las palabras.

En 1985 publiqué un artículo titulado: San Juan Bosco en el recuerdo. Ese clima intelectual y espiritual fomentó mi inclinación por las letras y el arte.

2.- ¿A qué atribuyes esta inclinación?

Hay algo que se puede descifrar, y hay mucho de “duende”, indescifrable, según Lorca. Talvez, una dosis de azar y otra de misterio. Y disciplina para domesticar el lenguaje que, por naturaleza, es inasible, agua que se escurre entre los dedos.

3.- ¿Por qué se dio el cambio en el último año de secundaria del Cristóbal Colón al Vicente Rocafuerte?

Un motivo administrativo. El Colegio Salesiano tenía menos estudiantes que el Rocafuerte y, para el sexto año, la mayoría asumió dos especialidades: Físico-Matemáticas y Bioquímica. Quienes aspirábamos a Filosófico-Sociales no encontramos cupo y tuvimos que emigrar, con el dolor del alma… después de ser cristobalino, ¡once años!

4.- ¿Hubo alguna persona que pudo haber influido en tu elección profesional en la vida?

Mis tíos, los tres Armendáriz, David, Segundo y Honorato. La familia entera habitaba una casa grande en la esquina de las calles 10 de Agosto y Machala. Cuando tío Segundo construyó su casa en la calle Guaranda, mamá heredó ese espacio.

Luego de la cena (no había televisión) en la sala, los adultos extendían un mapa del mundo para examinar los avances y retrocesos de los ejércitos durante la 2da. Guerra Mundial mientras los pequeños jugábamos con trocitos de madera, platillos, bolitas de cristal, etc. simulando batallas.

Por eso digo que yo aprobé dos primarias, la de la escuela y la de mi casa (ambas de 1940 a 1945) pues durante las noches de muchos años pasé escuchando las conversaciones de los tíos y de mi padre a las que se unía algún pariente recién llegado de la sierra o mi abuelo cuando estaba sobrio, lapso donde comentaban política nacional e internacional, la reciente invasión del Perú (1941) y el impacto del Protocolo de Río (1942), editoriales y artículos periodísticos.

Nada raro es que me haya dedicado a la poética y a la política.

5.- ¿Cómo fue tu relación con tus padres y cómo los recuerdas?

Los recuerdo con amor. La relación fue normal. Mi padre tenía 50 años cuando nací, y mi madre, 26. Esa diferencia aún es grande pero en esa época era casi insalvable. Mamá decía que papá aparentaba menos. En verdad era un hombre fuerte cuyo vigor él atribuía a su alimentación en Argentina y Chile. La sobrevivió diez años. Recuerdo a don Nazario Román Krelowa más como un bondadoso abuelo que como un padre rígido. Quien imponía disciplina era mi madre.

6.- ¿Cómo fue tu relación con tus hermanos Nazario y Alejandro?

Normal, con las tensiones y aproximaciones propias del convivir y compartir la infancia y la adolescencia en un espacio limitado. Con Alejandro, el menor, por su carácter y el mío, muy parecidos, la identificación cotidiana fue plena. Con Nazario, a medias, aunque coincidimos en enfoques y valores.

7.- ¿Cómo fue tu niñez? (Alguna anécdota)

Sí. Mi padre comerciante y viajero se casó en Guayaquil pero allí no concluyó su ánimo por trasladarse de un sitio a otro, de tal manera que empezó a llevar a mi madre y a los hijos conforme fuimos naciendo, de pueblo en pueblo (tanto es así que Alejandro nació en Ambato, Nazario en Guayaquil y yo en Riobamba) y cuando estábamos a punto de cruzar la frontera rumbo a Colombia y Venezuela (alguna vez  ví  el pasaporte con la foto familiar incluida) un delegado de los Armendáriz
-tío Honorato- llegó a persuadir a su cuñado, mi padre, de que lo mejor era avecindarse en la Perla del Pacífico. No sé si fueron los argumentos del tío o si mi progenitor ya estaba cansado de su existencia trashumante, lo cierto fue que papá tomó la decisión de radicar en Guayaquil, asimismo, porque yo iba a cumplir seis años de edad y era indispensable que empiece y continúe los estudios primarios en un solo sitio, argumento válido para mis dos hermanos.

Abandonamos el viaje al extranjero y llegamos a nuestro puerto con un marcado aspecto serrano pues sobre nuestra piel blanca, el frío había estampado las famosas chapas de rojo encendido en las mejillas y, además, arrastrábamos al hablar las palabras lo que motivó que en nuestra primera salida al soportal de la casa en Chimborazo y Avenida Olmedo, los tres fuésemos rodeados por una turba de chiquillos costeños que nos amenazaban con sus puños y sus burlas: (“Serranos, serranos, comen papas con gusanos”, gritaban a coro). Además mi padre nos cortaba el pelo al estilo alemán, dejándonos sólo un poquito de cabello adelante, lo cual acentuaba la discriminación.

Recuerdo que, frente al peligro, valiéndome de mi estatura, puse a mis dos hermanos detrás, y como pude encaré el peligro con un conato de manotazos. Una persona mayor que pasaba por allí fue nuestra salvación pues con un par de gritos disolvió al grupillo del cual luego formamos parte pero, en esa ocasión, la sangre no llegó al río.

8.- ¿Cómo fue tu adolescencia? (Alguna anécdota)

Ilusiones, al igual que el bolero: “… una noche de luna en la playa …”

La anécdota es indirecta. No sé en qué momento mi tío David empezó a enseñarle a mi hermano Alejandro a tocar una vieja guitarra tal vez desafinada. Era el tiempo de los boleros. Alejandro, siempre sensible, prefería “Dos gardenias para ti, con ellas quiero decir: te quiero…” etc. Lo cierto es que mientras acariciaba las cuerdas, tío David daba instrucciones y decía: “- Más romántico, Alejandro,… más romántico” sin saber que mi hermano asociaba “romanticismo” con escaso volumen pues iba bajando tanto su voz hasta un límite en que casi no se le escuchaba.

En cambio, siempre patético yo prefería “Telaraña, telaraña fue tu amor / que envuelve en su red a los incautos que te han hecho su dios, etc.” porque mi ausencia de tono me permitía camuflar el canto dentro de un tosco recitado, por supuesto, sin necesidad de guitarra.

A los años, a mi apellido, Román, por mi permanencia tan larga en Costa Rica, se le ha unido el apelativo “tico” formando el acrónimo “Román(tico)” igual “romántico” y, así,  en la nostalgia vuelvo a escuchar a tío David diciéndole a mi hermano: “-Más romántico, Alejandro, más romántico…”

9.- ¿Cómo fue tu vida universitaria? (Alguna anécdota)

Más ilusiones, esta vez conformando la utopía de cambiar el mundo. Nos reuníamos después de clases en la esquina de 10 de Agosto y Boyacá y allí armábamos una improvisada tribuna para hablar contra El Telégrafo cuya empresa todavía permanece allí pues en ese medio de prensa identificábamos, con ingenuidad, a todas las fuerzas explotadoras del pueblo ecuatoriano.

Un 31 de diciembre con nuestro Año Viejo alusivo a ese periódico diario, fuimos atacados por un grupo de mozalbetes hijos de pelucones quienes paraban en Boyacá y 9 de Octubre. Nos defendimos pero fuimos superados por la fuerza adversaria resultado de lo cual, apaleado, fui a dar con mis flacos huesos a una clínica vecina donde recibí el Año Nuevo atendido por enfermeritas tropicales y leyendo un libro que de regalo me llevó Mónica Lys, una amiga escritora: Se trataba de “El extranjero” de Camus.

Aún me impresiona el disparo que, en tal lectura, ingresa en un cuerpo al igual que en la cera, o el clímax narrativo, el de la ejecución pública del protagonista que sale a la plaza a recibir, con placer, de la masa humana allí concentrada, una ovación, no de amor, sino de odio.
 
Mi identificación con el personaje fue plena sobre todo porque estuve a punto de merecer un impacto de bala de una pistola muy próxima a mi rostro que, por azar, se encasquilló y sólo sirvió como arma contundente para golpear, con su cacha, repetidas veces mi cabeza.

Sé quién me atacó. Tengo su cara desencajada grabada en la memoria. Fue un compañero de colegio pero en mi declaración judicial, omití su nombre. Desterrar el rencor es un valor cristiano. Lo practico. Además, reconozco mi imprudencia pues, incluso mi hermano Alejandro, me había advertido de la posibilidad de tal agresión ese 31 de diciembre…

10.- ¿Podrías contarnos algún detalle o anécdota de tu club de poesía?

Siete jóvenes en 1953 conformamos el Club. De allí el título del libro: “Club 7 de poesía”, (1954). Pero dos amigos, cada uno por su cuenta y en distinto momento, antes de la publicación, se dedicaron, uno a la narrativa y el otro a la música. Quedamos  cinco. La concordancia aritmética exigía que nos llamemos “Club 5…” pero nuestra afición a la numerología y a la metáfora en donde 2 más 2 nunca dan 4, hizo que Carlos, Gastón, Ileana, David y yo decidiésemos mantener el número cabalístico.

En 1960 publicamos “Triángulo”, David, Ileana y yo. Ahora, solitario sobreviviente de esa aventura literaria, estoy uniendo mis poemas dispersos con un título que sea, a la vez, pragmático y nostálgico: “Uno del Club 7”.

11.- ¿Qué recuerdas de tu tío (mi bisabuelo) Segundito? (alguna anécdota)

Sus consejos y su coherencia pues él practicaba lo que predicaba. Ética purísima, sabia lección sobre todo para la política. Hay un consejo en especial que aún ejecuto pues me enseñó que para efectos de seguridad había que caminar recto, rápido, firme, mirando al frente, un tanto alejado de las paredes y no hacer caso de llamadas ni de silbos. “- Es la mejor manera de caminar para que no te asalten”, me decía. Aun practico ese consejo en la selva de las ciudades pues, además, debo enfatizar que provenimos de una familia de caminantes. Aquilino Armendáriz, mi abuelo, arriero. Mi padre, inmigrante. Tío Segundo, boxeador en su juventud, mantuvo hasta el final esa silueta delgada y saludable que él atribuía a la costumbre de caminar. Yo nunca aprendí a conducir. Mi deporte, mi plan de vuelo y mi placer son caminar, no correr.

En cada paso que doy, están mi abuelo, mi padre y mi tío. Con razón nunca aprendí a conducir.

12.- ¿Cómo recuerdas a mi abuela Germania (tu prima hermana)?

Lindísima, disputada por los jóvenes de la época. Ingrid Bergman se parecía a ella, no ella a Ingrid Bergman. Las fotos no le hacen honor. Se la ve muy bien pero era mucho más bella y encantadora, de exquisitos modales, oficiante del orden y la limpieza. Fue la hermana que no tuvimos. Estuvo muy cerca de mamá Alejandrina. Maravillosa.

13.- ¿Qué motivó tu residencia en Costa Rica?

El amor. Además, tuve la certeza de que en el Ecuador había cumplido una etapa sin retorno, un punto casi final que tendría que abrirse a un paisaje diferente.

14.- ¿Dónde y cómo conociste a tu esposa María Lidya?

En la Universidad Central, en un Curso de Verano que coordinaba el Dr. Luis Verdesoto Salgado, conocí a María Lidya, en ese instante recién llegada de su Costa Rica, mientras compartíamos un recorrido por los templos y conventos y museos estudiando el Arte Colonial Quiteño. Buen marco para un matrimonio que lleva ya medio siglo, tres hijos y una hija, cinco nietos y tres nietas, la más pequeñita, recién nacida, Estíbaliz de un mes y días.

Asumo mi condición de octoabuelo, aunque el neologismo no sea del agrado de mi esposa.

15.- ¿Cómo recuerdas a Guayaquil?

Recuerdo el Guayaquil de los tranvías de los años cuarentas, de la introducción del plástico después de la 2da. Guerra Mundial y de los Ice Cream de vainilla con cubierta de chocolate, deliciosos, y el hielo seco que utilizábamos para darnos ínfulas de fumadores. Toda una novedad. Recuerdo los olores de las curtiembres y de las fábricas de cigarros y cacao, las primeras movilizaciones políticas de los años cincuentas y la marcha sobre el Guasmo entonces un latifundo, hoy un barrio guayaco. Recuerdo los carnavales, los balcones floridos, el agua aún perfumada, el talco que nos permitía acariciar a las muchachas. Las cervecitas clandestinas y los amores imposibles. El sabor de las grosellas y los atardeceres sobre el Estero Salado.

16.- ¿Podrías opinar sobre el desarrollo urbanístico actual de Guayaquil?

Poco. He visto fotografías y he oído hablar maravillas de su transformación paisajística pero yo sigo anclado en mi soñoliento Guayaquil de madera y caña brava habitado por trescientas mil almas que aún transcurren en procesión nostálgica de Las Peñas al barrio Centenario y del malecón Simón Bolívar al barrio Garay.

17.- ¿Qué obras literarias (si acaso hubo alguna) influyeron más en tu vida?

La respuesta podría ser agotadora pero sujetándome a tu pregunta y a mis remembranzas, apunto, en desorden, el ensayo llamado “De la brevedad de la vida” de Séneca, maestro de la concisión. Jorge Louis Borges, total. Entre sus historias, El “Aleph” y entre sus poemas, “Ajedrez” doble soneto perfecto útil incluso para ensayar una comunidad de aprendizaje capaz de entretejer matemáticas y literatura. El capítulo I.1 del “Quijote”, modelo de matriz temática que ensaya todas las posteriores variaciones de la novela. Y el capítulo I,20 que transcurre a oscuras, un alarde técnico de Cervantes. En dramaturgia, La “Poética” de Aristóteles y el Ibsen realista y simbolista. Shakespeare y Chejov, a secas. En poesía, “El árbol del bien y del mal” de Medardo Ángel Silva. De mi camarada de poética y política, David Ledesma Vázquez, “Gris”.

18.- ¿Cómo te defines políticamente?

Socialista católico adicto a la “Parábola del buen samaritano” de los Evangelios y a “La humanización del mono por el trabajo” de Engels.

19.- ¿Qué opinión te merece la página web del Colegio Salesiano Cristóbal Colón?

Poseo, apenas, un ordenador obsoleto y escasa habilidad para navegar por la red. Con estos antecedentes tengo pocos elementos de juicio. Sin embargo, en general, de una página web aprecio su accesibilidad, su versatilidad y cierta dosis de sorpresa. Me agradó, en la del Colegio, encontrar el famoso “Anuario del año 1942” no porque yo aparezca en la lista de los alumnos de segundo grado, sino porque ese material satisface antiguas curiosidades, una de ellas, verificar que el expresidente de la República, León Febres Cordero, consta en la lista de cuarto grado. En fin, sorpresas, pero, si me permiten, para contestar la pregunta, me atrevería a sugerir variedad temática (versatilidad) y fluidez de enlaces (accesibilidad).

20.- ¿Cómo ha cambiado (si acaso ha sido así) tu manera de ver la vida?

He marchado de la ebullición y dispersión a la concentración y a cierto afán de serenidad. Ya veo o intento ver los matices donde antes sólo observaba la pugna entre colores diametralmente distintos. San Juan de la Cruz (“poemas”) y Séneca (“La brevedad de la vida”) ayudan. Y los años que no pasan en vano.

21.- ¿Por qué escribes?

Atribuyen a un poeta de origen estadounidense haberse dirigido al Ser Supremo más o menos con estas palabras: “Dios mío, perdona las pequeñas bromas que te hago a cambio de la gran broma que me hiciste”. Se trata del sentido de la vida: Canta Bécquer: “Al brillar un relámpago nacemos y aún dura su fulgor cuando morimos…”

Las personas, creo que escribimos, o practicamos deportes y negocios, o ampliamos nuestra familia (“Sembrar un árbol, escribir un libro, tener un hijo, para nunca morir, reza el proverbio árabe) para, de manera metafórica, ser eternos.

Se escribe buscando el sentido de la vida aunque el concepto existencialista la considere un exilio entre dos nadas, imagen que aún me estremece.

22.- ¿Cómo se produjo tu vinculación con la Universidad de Costa Rica, en la que llegaste a ser Profesor Emérito?

Soy profesor emérito, no de la universidad en su conjunto, sino sólo de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva (Facultad de Ciencias Sociales, UCR). Agradezco a colegas y estudiantes tal honor.

Para ingresar a la Universidad seguí el trámite correspondiente, legalicé documentos, etc. y esperé unos cinco años durante los cuales trabajé en la enseñanza media y ofrecí conferencias aisladas en el campus. Empecé en 1968 asumiendo un curso de Apreciación de la Literatura, primero, de manera provisional, sustituyendo a un colega que se enfermó, y luego, de manera estable. Dicté un curso de Literatura Dramática en la escuela de Artes Dramáticas de la Facultad de Bellas Artes. Coordiné actividades de tipo cultural y el Teatro de la Escuela de Estudios Generales. Obtuve una beca de mejoramiento profesional y viajé a estudiar cine y teatro en la Universidad Nacional Autónoma de México. Al volver me asignaron al área audiovisual de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva, hasta que me otorgaron la jubilación. Ahora busco compartir mi experiencia.

23.- ¿Cómo así incursionaste en el cine y el teatro?

El escenario del Colegio Salesiano con su telón rojo tiene la culpa. Me hipnotizó y me hizo soñar que yo podría hacer cosas para las que no estaba preparado. Rememoro.

Alguna vez venciendo mi timidez me inscribí en un ingenuo número musical programado para una velada de fin de curso y me presenté a una especie de prueba pero mi voz desentonada y mi ausencia de garbo o sincronía para la danza, provocaron la crispación general, causa de mi retiro (casi una amable expulsión).

Cuando pude, años después, sublimé este desajuste, primero matriculándome en la escuela de teatro que en la Casa de la Cultura dirigieron Paco Villar y el chileno Martínez. Luego, en mi Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales cultivé el teatro de aficionados con Walter Bellolio a quien por cariño bautizamos “Bello Lío”. Formé parte asimismo de la Compañía de Hugo Vernel. Presentábamos radionovelas en el Sistema de Emisoras Atalaya que culminaban en el escenario del Central. Uno de los éxitos fue “La mujer y el pecado”. También actuábamos los fines de semana con adaptaciones de cuentos infantiles clásicos dedicados a auditorios infantiles. Luego, en Costa Rica y en México estudié y trabajé profesionalmente.

En verdad no soy actor aunque haya trabajado como tal, por ejemplo, encarnando al eclesiástico de “La visita de la vieja dama” de Dürrenmatt y haya asumido otros breves roles en las tablas o en la pantalla. Lo hacía (ya no lo hago más) porque aún considero que un aspirante a dramaturgo tendría alguna vez que experimentar el aliento de esa bestia que es el respetable público, según Lope de Vega lo consigna en su “Arte nuevo de hacer comedias”.

En la Roma clásica era común afirmar que “el Senado es una bestia, aunque cada senador sea una buena persona”. Ídem, el público.

En mi caso no encuentro divorcio entre teatro y cine pues cultivo el espacio que los une, la dramaturgia aristotélica aunque a veces haya ensayado ejercicios marginales con mi “Función para butacas” y “Un extraño en la niebla”.

El cine siempre me interesó, tanto es así que, cuando se reponen filmes de los años cincuentas, yo puedo decir que los vi en sus respectivos estrenos. Sin embargo no había soñado estudiarlo hasta que se presentó la oportunidad. Y lo hice.

Dice Borges que uno escribe inútilmente guiones para el cine. Es cierto. Hay millones de guiones engavetados en el mundo y cada fulano o fulana que vemos no sólo tiene la receta para que su equipo de fútbol sea campeón mundial, sino que también lleva su propia película en la cabeza.

He escrito muchos guiones solo o con colegas de México y Costa Rica, incluso usando el correo electrónico para coescribirlos. Pero sólo uno se hizo película: “Nuestro Juramento” (vida y canciones de Julio Jaramillo).

24.- ¿Tienes alguna anécdota o recuerdo notable de tus estudios en México?

La caída de la cámara bólex desde el trípode al agua mientras filmábamos, sobre un riachuelo pedregoso, una secuencia de “Alegorías de la ciega y el sordomudo” (1977), dirigida por mi colega mexicano Javier Ortiz-Tirado Kelly, historia que habíamos coescrito él y yo, cinta que en su tiempo y rango fue nominada para un “Ariel”, premios anuales que concede México a diferentes expresiones fílmicas de ese país.  

Tuve la impresión (no compartida por Javier) de que la cámara provocó su propio desprendimiento, a manera de rebelión contra aquello que estaba registrando, constituyendo así el germen para una cinta fantástica.

De acuerdo con el reglamento del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC/UNAM) donde estudiábamos y era el ente que nos proporcionaba el material y el equipo, se realizó un proceso de investigación para conocer si hubo o no, irresponsabilidad de nuestra parte. Por dicha, salimos bien librados del trance aunque nuestro plan de filmación se atrasó un semestre.

25.- ¿Podrías describir brevemente a tu familia más cercana (esposa e hijos)?

María Lidya, voluntad de excelencia. De maestra rural llegó a ser dos veces diputada. Romeo, el hijo mayor, agrónomo dedicado exclusivamente a su trabajo especializado en la administración de fincas bananeras. Ramsés, el intermedio, dirige la información digital de una entidad estatal y administra mi Página. Erick, politólogo, muy centrado en asuntos de gerencia Pública. Alejandra, rebelde, acaba de renunciar a su puesto en un banco estatal porque desea darse, ella misma, un sabático.  El nieto mayor estudia medicina y la nieta que lo sigue, periodismo. Dos están aún en el colegio. Una nietita y un nietito acuden al preescolar. Y la más jovencita nació hace un mes. Soy un octoabuelo aunque a mi esposa no le agrade este neologismo.

26.- ¿Cuál es tu plato “tico” preferido?   (Sé por la tía Marie que te encantan las humitas ecuatorianas y el vino blanco para acompañarlas)

Es verdad lo que dice Marie. Me encanta el choclo y sus derivados. En Centroamérica (o, mejor, en México y en Mesoamérica) lo llaman elote. Aquí, en Centroamérica, prevalece la cultura del maíz. Tú probaste unas tortillas que me parece, te encantaron. En el Ecuador o en Costa Rica, prefiero, en el ámbito vegetal, el choclo o el elote. En general, todas las frutas. Sus néctares son delicados. En el ámbito marino, la corvina en diversas preparaciones. Carne de pollo, poco. De res o sus derivados, casi nunca. De cerdo o sus derivados, nunca. Pero, en la cumbre, están las humitas que prepara mi cuñada Marie. Y el vino blanco de cualquier procedencia siempre que llegue en barco.

27.- ¿Qué esperas de la vida y qué debemos esperar de Sergio Román Armendáriz, en el futuro?

Nada especial. Estoy tratando de dejar amarrados los diferentes hilos sueltos provenientes de las relaciones, expectativas y acontecimientos que uno va abriendo a cada rato mientras dura el aceite en la lámpara. Y estoy tratando de cumplir lo que indico al abrir mi página www.sergioroman.co.cr :
 
Compartir 41 años de experiencia profesional  y brindar mi versión acerca de la política y la poética ecuatorianas de la que fui testigo o protagonista en la década 1951-1962.  

28.- ¿Podrías decirme algo que recuerdes del proceso de preparación del libreto para la obra "Nuestro Juramento" sobre la vida de Julio Jaramillo?

En la escuela de cine aprendí que el guionista debe propiciar, de acuerdo con su carácter, un ambiente próximo a la historia que está trabajando. Yo conseguí la mayor parte de las grabaciones de Julio Jaramillo (JJ).

Entonces vivía en un extremo del distrito Cinco Esquinas del cantón Tibás, provincia de San José, CR, en una casa abierta por todos sus lados de tal modo que, de la mañana a la noche, la voz de nuestro cantor no sólo me impregnaba de emociones contrastantes lo cual favorecía mi expresividad, sino que el barrio entero pienso que disfrutó (más que sufrió) del permanente concierto que le receté a mis vecinos y vecinas. Nadie dijo nada. No sé si por la proverbial discreción tica o si en verdad les agradaba la música de JJ. Me inclino por esta segunda opción. JJ agrada.

En ese clima experimenté el proceso creativo que culminó en el guión que primero, por insistencia del productor, se llamó “Míster Juramento” pues con ese apelativo hemisférico fue conocido JJ en su época de oro. Al fin, prevaleció “Nuestro juramento”, un título acorde con el sentido del filme pues, más que enfatizar en el cantante, lo hizo en la famosa composición musical.

29.- ¿Qué saben de Julio Jaramillo en Costa Rica?

Mucho. Es un cantor cuya voz hasta hace poco, no sé si hoy todavía, mantenía o mantiene programas radiofónicos. Hace algunas semanas (yo uso taxi muchísimo) encontré a un conductor josefino, fanático de JJ. Le conté anécdotas provenientes de mi investigación previa al guión y tan contento estaba que casi no me cobra el servicio pero terminó aceptando el pago, según dijo, sólo en nombre de JJ.

30.- ¿Volverías a radicarte en Ecuador algún día, y por qué?

Aunque me queda poco oxígeno vital debo mencionar que habiendo desarrollado mis actividades en tres países: Costa Rica, Ecuador y México, si tengo salud y ánimo pienso realizar una gira de conferencias y recitales, por lo pronto en nuestro país, el Ecuador, manteniendo mi base en CR. Pero mis setenta y cinco febreros aconsejan que module mis  brincos, saltos y viajes, advertencia que encuentra un apoyo en la red de redes, la internet.

La tecnología nos aproxima cada vez más y si el traslado físico es imposible, el mundo virtual constituye un sucedáneo aceptable. Con este afán también mantengo mi página web.

31.- ¿Podríamos todos tus familiares tener el gusto de tenerte en la Perla del Pacífico en un futuro cercano, aunque sea solo de visita?

Creo que sí. Tenemos pactado un debate de helados, si mal no recuerdo. Y un banquete o desafío gastronómico criollo. Y algunas conferencias, recitales y publicaciones que compartir. “- Comparta, don Sergio, comparta”, me dicen, y en eso estoy navegando con mi página web, Dios mediante. Gracias,

Fin de las Respuestas de Sergio Román Armendáriz al cuestionario presentado por Andony Landívar Macías, estudiante del Colegio Americano de Guayaquil, Ecuador

Bo. Dent, San Pedro de Montes de Oca,
San José, CR. 9 de septiembre, 2009
www.sergioroman.co.cr
9 IX 2009