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(Serie de ejemplos y ejercicios)

Ficha.- Parábola “¿Qué significa ser pobre?”, página de autor anónimo,   difundida  por la red de redes.

Sinopsis.- Rápida historia acerca del travestismo mutuo que intercambia la percepción de la pobreza y la riqueza a partir de una experiencia asumida por un padre y su hijo luego de que el joven, a petición de su progenitor, por unos días y unas noches cambia la supuesta comodidad de un hogar urbano por la también supuesta incomodidad de un hogar campesino. Sin embargo, el hijo extrajo una conclusión antípoda de aquella que el padre suponía iba a derivar de tal experiencia.

Didáctica.- El ejemplo anterior permite considerar que al ejercitarnos en la escritura con palabras y con imágenes, es fundamental: (1) Montar los conceptos sobre una estructura narrativa <una anécdota o cuentito en este caso>. (2) Filtrar su moraleja a través de un argumento sencillo <en este caso, la pobreza real consiste en ignorar que la verdadera riqueza es gratuita>. (3) Hacerlo con el encanto otorgado por la retórica <dos recursos entretejidos provocan atracción y potencia: el paralelo y la antítesis>.
 
Colofón.- Presento disculpas por la siguiente observación final:

En la diapositiva 7 se lee:

“Gracias papá, por haberme enseñado los pobres que somos! Etc.”

Es mejor, decir:

“Gracias papá, por haberme enseñado lo pobre que somos!”

¿Por qué?

Porque “lo” es un artículo neutro que, sin necesidad del plural, remite al contraste entre la apariencia y la esencia de la riqueza y la pobreza. Al igual que en el fútbol o en la esgrima, a veces una finta engaña. Aquí la finta está determinada por una falsa concordancia (la “s” sobrante de “los” referida a la oración “los pobres que somos”, en vez de “lo pobre que somos”), mínimo exceso que afecta la condición morfológica, sintáctica y eufónica del párrafo.

O, quizá, mi perorata sólo ha sido la señal que emite un refrán muy utilizado en Costa Rica: “¿Para qué tanto brinco si el suelo está parejo?”, al considerar que este desfase entre “lo” y “los” sólo fue ese tipo de inocente error digital que nuestro pueblo llama, con buen humor, “un dedazo”.

Sergio Román Armendáriz
23 de octubre, 2009

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