Los siete poemas que a mí, me hubiese encantado -parir-

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2da. pregunta de la entrevista que le hizo el “blog” BUSETA DE PAPEL, del Ecuador, a Sergio Román Armendáriz en Costa Rica (abril, 2010)

Los siete poemas que a mí, me hubiese gustado parir:

 

 

 

1.- ABEDULES, de Robert Frost (EE. UU. de A., 1874 - 1963) / 2.- ÍTACA, de Konstantin Kavafis (Griego de Alejandría, 1863 - 1933) / 3.- LA CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA, de Porfirio Barba-Jacob (Colombia, 1883 - México, 1942) / 4.- ARTE POÉTICA, de Vicente Huidobro (Chile, 1893 - 1948) / 5.- AJEDREZ, de Jorge Luis Borges (Argentina, 1899 - Suiza, 1986) / 6.- VERSOS ANÓNIMOS (CHina) / 7.- CAVANDO, de Seamus Heaney (Irlanda, 1939).

2da. pregunta de la "Buseta de Papel" a SR:

¿Qué poetas son tus referentes y cuáles son tus autores de cabecera?

Respuesta:

- Más que de poetas, prefiero hablar de “los poemas que impactaron mi ánima”, (esto es, de los versos que me hubiese gustado escribir, aunque no hubiese garabateado otras cosas). Y me impactaron porque de súbito asomaron mi mortalidad, a la eternidad, fugazmente. Con esta premisa espigaré, al pairo, siete referencias: 

I.-  “Abedules” de Robert Frost (EE. UU. de A., 1874 -1963), aplica la metamorfosis del espacio gracias a la transfiguración retórica de la realidad externa e íntima, pues se disfruta y se padece soñando que es un niño quien mueve los ciclópeos árboles en las crueles noches del invierno septentrional, y no las tempestades, precipitando hacia el suelo del bosque y tapizándolo con un cobertor de hielo que semeja la infinita cúpula de cristal de cielos despedazados.

II.-  “Ítaca” de Konstantin Kavafis (griego de Alejandría, 1863-1933),  merodea por el instante fugitivo y por el sintagma prisionero dentro del tono conversacional sin la prisa de conquistar ningún puerto, cantando de manera parecida a la tonada de Vicente Fernández cuando nos empinamos algunos tragos (pues aún yo me los tomo con prudencia): “Más que llegar primero, hay que saber llegar”, astucia humanísima de Ulises superior a la furia del único ojo espléndido del semidiós Polifemo.

III.-  “La canción de la vida profunda” de Porfirio Barba-Jacob (Colombia, 1883 - México, 1942), resume la aspiración a la destreza escritural pues en seis cuartetos capta y proyecta seis estados de ánimo, cada uno coronado con una doble señal de la cruz de venablos esdrújulos que se curvan y terminan aleteando a los pies de Nuestra Señora la Muerte, motivo de la séptima y última estrofa de ese bajorrelieve lírico.

IV.- Vicente Huidobro (CHile, 1893 -1948) / V.- Jorge Luis Borges (Argentina, 1899 - Suiza, 1986):
Vicente Huidobro exhorta en su “Arte Poética”, al lirida, “pequeño dios” lo llama, para que en vez de exaltar la gracia efímera de la rosa, la haga florecer en cada línea mientras juega al “Ajedrez” con ese J. L. Borges matemático, el del adjetivo exacto y certero de ese inimitable binomio de sonetos suyos “con jugadores en rincones graves y con reyes postreros, torres homéricas y peones ladinos …” para concluir extendiendo la guerra del universo al multiverso y -de él- al aleph anterior al bing-bang. De allí, la pregunta conclusiva e iniciática: “¿Qué Dios detrás de dios la trama empieza de sueños y agonías…?”.

VI.- Anónimo, aquel rito oriental -de China- que impregna, del odiar y del amar, el mismo elemento modificado apenas por el arribo de alguien a quien, aunque se extraña, ya no se espera: “Odio la lluvia porque roba las flores del jardín… pero tú llegaste, y amé la lluvia cuando te quitaste la túnica empapada.” Es la sugerencia, fuego del arte. Es el macho preparando con un cuchillo alargado una ensalada de frutas cromáticas y fragantes que llaman macedonia, mientras la hembra semivestida o mediodesnuda desde el alféizar sonriente lo contempla en la cinta “9 semanas y media”, de tal modo que no se necesita babosear el coito obvio con sus jadeos y sus majaderías. La ensalada es la cópula. ¡Basta!

VII.- “Cavando” (“Digging”, la confesión inicial de Seamus Heaney (Irlanda, 1939) en su “Muerte de un naturalista”) porque abre y cierra el susurro referente a la pluma escribiente que se acomoda dócil entre el pulgar y el índice en cuyo fluir lo ordinario se vuelve extraordinario pues la tierra, madre-padre a la vez, se abre y emerge convertida en instrumento de esa creatividad propia de cualquier herramienta de labranza: ¡hundir y extraer!

En fin, resonancias del símbolo y del parnaso de cuyo lampo dual y único, nunca he deseado huir.

romantic@racsa.co.cr      ///   www.sergioroman.com

Enlace sugerido: Bitácora 222.- Higiene didáctica del poema

Notas

Esta segunda respuesta ha sido compartida también con el Taller Literario de Mar del Plata, por invitación de la colega Susana Estrella.                                  

CR, mayo, 2010

 

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