Edad y saudade

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(Mensaje girado por medio del correo electrónico)

Alguien del grupo cinéfilo de Ureña&Aguiluz,  tiene curiosidad acerca de mi edad. Con seguridad piensa que tengo más de los que ya andan enredados en mi cara. A veces también me siento así.

Contesto.

75 años cumplí el 8 de febrero. Nací en esa fecha de 1934, en el hospital de la ciudad de Riobamba conocida como la Sultana de los Andes pues está ubicada a los pies del Chimborazo (unos 6.300 metros de altura, volcán de aproximadamente unos dos mil metros de nieves permanentes apreciables desde cualquier calle.

Por cierto, hay un documental de los hermanos Guayasamin: "Los hieleros del Chimborazo", realizado por Igor y Gustavo, -ambos sobrinos del pintor Oswaldo Guaysamín- filme que ha merecido algunas distinciones internacionales).

En verdad, pasé  los primeros 40 días de mi vida en esa ciudad donde me inscribieron el día 12 y así consta en mis documentos, 40 días que, entonces allá, entiendo que aquí también en CR, era el lapso en el que las madres pasaban la mayor parte del tiempo acostadas, comiendo caldo de gallina y nada de nada con sus cónyuges que ya empezaban a odiar a sus retoños por eso, sobre todo por eso, y por nuestros inevitables berrinches.) Digo 40 días exactos porque mi padre, comerciante inmigrante de familia ortodoxa llegada del Mar Negro, vía Buenos Aires, cansado de correr mundo, se casó a los 49 con mi madre de 25 (¡vaya diferencia! pero aún así la sobrevivió diez años) se puso a caminar el Ecuador acompañado por mamá de tal modo que así pasaron mis seis primeros años hasta que nos establecimos en Guayaquil para comenzar, en 1940, mi primer grado de primaria (se desconocía el kinder) con un cura salesiano alemán de "profe" que nos puso en un año a escribir, leer, sumar y restar con corrección, además, del catecismo de ley y del manual de urbanidad de Carreño.

En fin era el tiempo de los tranvías en que mis tíos nos fabricaban la tinta dada la escasez que produjo la II Guerra Mundial aunque el cuaderno iba cambiando de tonalidades con el transcurso de las semanas porque David, segundo y Honorato, también comerciantes, nunca pudieron controlar la dosis exacta de los ingredientes (y toda la tribu habitaba una sola casa de madera planta alta con un solo baño arriba y un tubo de agua en el patio para que los chiquillos nos bañásemos allí casi desnudos al pie de dos macondianos árboles, uno de guayabas (que recuerdo en un poema) y otro de pechiche -un fruto del que se hacía un dulce doméstico, hoy industrializado llamado conserva de ... Era el tiempo del bombardeo a Stalingrado y de las misas dominicales en donde empezábamos a "espiar" a las muchachitas del coro.

En fin... ¿Qué preguntaste, Gaby? Gracias por tus conceptos.

Volviendo al orbe fílmico, aunque yo también río a solas por el cuento de la oveja y la calabaza, esta vez High Noon cuenta con un voto, el mío, que vale 75. Un saludo cinéfilo, SR

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